viernes, 24 de agosto de 2012

Las mil canicas


Las mil canicas


Cuanto más envejezco, más disfruto de las mañanas del sábado.



Tal vez es la quieta soledad que viene por ser el primero en levantarse o quizá el increíble gozo de no tener que ir al trabajo...
De todas maneras, las primeras horas de un sábado son en extremo deliciosas.
Hace unas cuantas semanas, me dirigía hacia mi equipo de radio-aficionado, con una humeante taza de café en una mano y el periódico en la otra.
Lo que comenzó como una típica mañana de sábado, se convirtió en una de esas lecciones que la vida parece darnos de vez en cuando... déjenme contarles:
  
Sintonicé mi equipo de radio en banda de 20 metros, para entrar en una red de intercambio de sábado en la mañana.
Después de un rato, me topé con un colega que sonaba un tanto mayor.

Él le estaba diciendo a su interlocutor, algo acerca de "unas mil canicas".

Quedé intrigado y me detuve para escuchar con atención:
- Bueno, Tomás, -decía- de veras que parece que estás ocupado con tu trabajo.
Estoy seguro que te pagan bien, pero es una lástima que tengas que estar fuera de casa y lejos de tu familia tanto tiempo.
Es difícil imaginar que un hombre joven tenga que trabajar 70 horas a la semana para sobrevivir.
¡Que triste que te perdieras la presentación teatral de tu hija! 
Continuó:
- Déjame decirte algo, Tomás, algo que me ha ayudado a mantener una buena perspectiva sobre mis prioridades.
Y entonces fue cuando empezó a explicar su teoría sobre las "mil canicas".
- Mira, me senté un día e hice algo de aritmética. La persona promedio vive unos 75 años, algunos viven más y otros menos, pero en promedio, la gente vive unos 75 años.
Entonces multipliqué 75 años por 52 semanas por año y obtuve 3.900 que es el Nº de sábados que, la persona promedio habrá de tener en toda su vida.
- No te distraigas y sígueme, Tomás, que voy a la parte importante.
Me tomó hasta que casi tenía 55 años pensar todo esto en detalle.
Continuó:
- Y para ese entonces, con mis 55 años, ¡¡ya había vivido más de 2.800 sábados!!
Me puse a pensar que si llegaba a los 75, solo me quedaban 1.000 sábados más que disfrutar. Así que fui a una juguetería y compré todas las bolitas que tenía.
Tuve que visitar 3 tiendas para obtener 1.000 canicas. Las llevé a casa y las puse en una fuente de cristal transparente, junto a mi equipo de radio aficionado. 
Seguí escuchando atentamente: 
- Cada sábado a partir de entonces, tomé una canica y la he tirado.
- Descubrí que al observar como disminuían las canicas, me enfocaba más sobre las cosas verdaderamente importantes en la vida. No hay nada como ver cómo se te agota tu tiempo en la tierra, para ajustar y adaptar tus prioridades en la vida.
Ahora déjame decirte una última cosa antes que nos despidamos y lleve a mi bella esposa a desayunar...
Esta mañana, saqué la última canica de la fuente de cristal y entonces me di cuenta de que si vivo hasta el próximo sábado me habrá sido dado un poquito más de tiempo de vida y si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo...
Me gustó conversar contigo, Tomás, espero que puedas estar más tiempo con tu familia.
Hasta pronto, se despide "el hombre de 75 años", cambio y fuera, ¡Buen día!
Uno podría haber oído un alfiler caer al suelo en la banda cuando este amigo se desconectó.
Creo que nos dio a todos, bastante para pensar.
Yo había planeado trabajar en la antena aquella mañana y luego iba a reunirme con unos cuantos radio aficionados para preparar la nueva circular del club...
En vez de aquello, desperté a mi esposa con un beso, 
"Vamos querida, te quiero llevar con los chicos a desayunar afuera". -
- ¿Qué pasa? - preguntó sorprendida.
- Nada; es que no hemos pasado un sábado juntos con los chicos en mucho tiempo.
Por cierto, ¿podemos parar en la juguetería mientras estamos fuera?

Necesito comprar algunas canicas...





Nos acostumbramos a vivir en departamentos y a no tener otra vista
que no sean las ventanas de alrededor. 

Y porque no tiene vista, nos acostumbramos a no mirar para afuera.

Y porque no miramos para afuera nos acostumbramos a no abrir del todo las cortinas. 
Y porque no abrimos las cortinas nos acostumbramos a encender más temprano la luz. 
Y a medida que nos acostumbramos, olvidamos el sol, el aire, la amplitud.
Nos acostumbramos a despertar sobresaltados porque se nos hizo tarde.
A tomar café corriendo porque estamos atrasados.
A comer un sándwich porque no da tiempo para comer a gusto.
A salir del trabajo porque ya es la tarde.
A cenar rápido y dormir pesados sin haber vivido el día.
A esperar el día entero y oír en el teléfono: "hoy no puedo ir".
A sonreír a las personas sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorados cuando precisábamos tanto ser vistos. 
A sentarnos en la fila 1 del cine y torcer un poco el cuello porque estaba lleno.
A mojarnos sólo los pies y sudar el resto del cuerpo porque la playa esta contaminada. 
A pensar en el fin de semana porque el trabajo está duro.
A dormir todo el fin de semana porque siempre tenemos sueño atrasado.


Nos acostumbramos a ahorrar la vida.
Que, poco a poco, igual se gasta y que una vez gastada,

por estar acostumbrados, nos perdimos de vivir.

  
Alguien dijo:


"LA MUERTE ESTA TAN SEGURA DE SU VICTORIA,
QUE NOS DA TODA UNA VIDA DE VENTAJA". . .


Si fuiste capaz de leer hasta acá, es posible que necesites releer alguna frase.
No importa, es el principio, y lo mejor es que todavía tienes tiempo,
no importa cuánto es el que tienes y cada día merece ser vivido sin ahorrar VIDA.

martes, 21 de agosto de 2012

Teoría de las ventanas rotas


"La teoría de las ventanas rotas"

En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). 
Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. 
¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo? 

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. 
Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves. 
Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes. 
La respuesta de los estudiosos fue más contundente: ante el descuido y el desorden crecen muchos males sociales, tan solo vea un ejemplo en casa; si un padre de familia deja que su casa tenga algunos desperfectos, como pintura de las paredes en mal estado, malos hábitos alimenticios, malas palabras, falta de respeto entre los miembros del núcleo familiar, etc.etc., poco a poco se caerá en un descuido de las relaciones interpersonales entre sí y comenzarán entonces a crear malas relaciones con la sociedad y quizá algún día llegarán a caer  en prisión. 

Esa pude ser una hipótesis de la descomposición de la sociedad mexicana: la falta de apego a los valores universales, la falta de respeto de la sociedad entre si, y hacia las autoridades y viceversa; la corrupción en todos los niveles, la falta de cultura y educación, la falta de oportunidades ha generado un país con ventanas rotas. 
La solución yo no la tengo, pero he comenzado a reparar mi casa: estoy tratando de mejorar los hábitos alimenticios de mi familia, le he pedido a mi esposa que evite decir malas palabras delante de nuestros hijos, también hemos acordado no mentir y aceptar las consecuencias de nuestros actos con valor y responsabilidad, pero sobre todo dar una buena dosis de educación a nuestros hijos. Con esto y con la ayuda de Dios espero comenzar a cambiar en algo lo que antes hubiera hecho mal, he soñado que los míos repitan esto el día de mañana con la finalidad de que los nietos de mis hijos vean un nuevo México sin ventanas rotas. 

Y tú,  tienes algo que puedas reparar ?